martes, 5 de febrero de 2013

Redacción periodística: El titular (parte 1)


(Trabajo uno)                                                

Andrés Gómez Vela

A diferencia de lo que sucede en las matemáticas, en el lenguaje el orden de factores, en este caso de palabras, sí altera el producto final, lo que no sucede en la ciencia exacta, donde el orden de factores no altera el producto. Vale decir que, en una operación de multiplicación, por ejemplo, 5x7 tendrá el mismo resultado que 7x5 (35). En cambio, si escribo, “Vieja loca” no tendrá el mismo significado que “Loca vieja”. En el primer caso, una mujer vieja está loca; en el segundo, la loca es vieja porque su locura data de hace mucho tiempo, aunque ella en edad sea joven.

Por ello, la Redacción Periodística se resume a la buena administración de las palabras acorde a las reglas del lenguaje y la creatividad del periodista. Dicho de otro modo, se trata de dar forma a través de las palabras a la realidad que queremos convertir en noticia, que no es más que el hecho o dicho que interesa a los públicos de los medios de comunicación y se caracteriza ya sea por ser sorprendente, increíble, estremecedor, paradójico, trascendental, llamativo, importante, o, sencillamente, interesante.

Es probable que en este sentido el profesor español José Luis Martínez Albertos tenga razón cuando dice la “Redacción Periodística es la ciencia que se ocupa del estudio de unos determinados signos –naturales y técnicos- ordenados en una unidad de pensamiento con el fin de transmitir datos e ideas de interés general a través del periódico o de cualquier otro medio de comunicación de masas”.

Sin embargo, más que una ciencia, en realidad la redacción es una técnica que alcanza el nivel de arte cuando se ensambla con el talento del periodista. Obvio que una persona puede conocer las reglas gramaticales y escribir llanamente bien, sin embargo, esa escritura alcanzará dimensiones geniales solo cuando sea capaz de recrear el mismo lenguaje a la hora de ordenar los signos, las palabras como lo hacen los poetas, literatos o periodistas.

Sobre estas bases racionales se puede afirmar que para hablar no hay que ser un genio, pues, habla hasta la persona más tonta porque el lenguaje oral viene genéticamente codificado, lo que no sucede con la escritura, que no está en los genes, sino es el resultado de un aprendizaje, que puede alcanzar dimensiones sorprendentes cuando  se cimenta en el talento personal que, paradójicamente, sí está en los genes.

Dado este breve preámbulo, comencemos por la primera parte de una noticia, El Titular o Título , que no es más que la mejor expresión del talento del periodista y el escaparate donde se expone la inteligencia de la persona que presenta la noticia en pocas y acertadas palabras.

Jorge Luis Borges , en el prólogo a la obra de J. W. Dunne, “Un experimento con el tiempo”, escribe: “algún historiador de la literatura escribirá algún día la historia de uno de sus géneros más recientes: el título. No recuerdo ninguno tan admirable como el de este volumen. No es meramente ornamental; nos incita a la lectura del texto y el texto, ciertamente, no nos defrauda. Es de carácter discursivo y abre posibilidades magníficas a nuestro concepto del mundo”.

El titular, como dice Borges, tiene como función principal incitar a la lectura o despertar curiosidad en el público para que se acerque al primer párrafo de la noticia y de ahí no parar de leer hasta el último párrafo.
Una conocida frase anónima señala que “un titular debe ser como una minifalda en una mujer hermosa: lo suficientemente larga para cubrir lo importante y lo suficientemente corta para mostrar lo interesante”. En otras palabras, sugiere que no vale la pena decir todo en el titular para picar la curiosidad del lector, radioyente, televidente o internauta, y, de ese modo, seducirlo a quedarse y no voltear la página en el caso de un periódico o hacer zapping en el caso de un noticiero de televisión.

Sin embargo, Lorenzo Gomis subraya que un buen titular puede servir para dos cosas aparentemente contrarias: “para incitar al lector a leer la información que viene a continuación o para darla por leída y continuar adelante. En el primer caso, el lector advierte que la información le interesa lo suficiente como para leerla. En el segundo caso, absorbe la información y se da por satisfecho con lo que el título lo aporta”.  

Y por supuesto el titular es la parte más subjetiva de la noticia porque es consecuencia de la diminuta realidad recortada de otra ya pequeña realidad seleccionada de una inabarcable y gigante realidad donde figura un cúmulo de hechos y dichos. Es subjetivo porque el periodista elige el hecho que merece un gran o pequeño titular y selecciona las palabras con las cuáles describirá aquella primera selección. Por ello, varían los titulares en los medios de comunicación sobre un mismo hecho. Sin embargo, para no caer en la arbitrariedad debe cumplir determinados requisitos, que serán tratados más adelante.

Será que por eso, Percy Tannenbaum señala que el titular “es un buen reclamo, un rótulo luminoso o un guiño pretenciosamente seductor; y, en todo caso, es ya una información y también es una opinión”.
Para Alex Grijelmo, “el título es la mejor credencial de su texto”. Manuel Vigil Vásquez entiende que “el titular es como la definición de una noticia”. En tanto Mar de Fontcuberta escribe que “la primera impresión que recibimos de una noticia suele ser a través de un titular”.

El conocido profesor Martín Vivaldi ironiza sobre posibles errores cometidos en el titular: “A veces,  la manía de la cabeza o encabezamiento traduce un modo de trabajar con los pies”. A propósito, José Javier Muñoz dice que “un mal titular puede arruinar una buena información, pero en ningún caso un título bueno mejora la calidad del texto informativo, aunque sirve para atraer a la lectura”.

Philippe Gaillard advierte que no todos los periodistas aciertan a titular sus textos, por esta razón asegura que en algunos diarios siempre hubo periodistas especializados en titulares, ya que en este arte no brillan todos los redactores con la misma luz y acierto. “Un diario que publicase inmejorables artículos, pero presentados con malos títulos, sería un mal diario, pues… no tendría lectores”, alerta.

Josep Lluis Gómez Mompart cuenta que los diarios avanzados tecnológicamente de Estados Unidos contaban con tres grandes tipos de periodistas: writters, aquellos que recogen la noticia y la escriben; columnistas, los únicos autorizados a comentarla; y copy editors, quienes “pasan” los originales, los corrigen y, eventualmente, los reescriben. A estos últimos les cabía la responsabilidad del título.

En el presente tiempo el primer titular lo escribe el periodista que produce o cubre la noticia y puede ser corregido, mejorado o cambiado, según las circunstancias y en consulta con ese periodista, por el editor de sección o, finalmente, por el Jefe de Redacción o el Director del Medio.

El buen periodista no sólo es aquel que escribe bien y rápido, sino aquel que mientras observa el hecho o hace la entrevista ya tiene en su cabeza el titular o título con el que arrancará la noticia que escribirá. Caso contrario puede significar que estuvo físicamente en el hecho o rueda de prensa, pero no mentalmente, o quizás no entendió la información y por ello aún necesita procesar con la ayuda de su jefe u otros colegas, lo que le pone en condiciones de desventaja a la hora de interpretar el hecho o dicho.

De este modo se entiende por qué el protagonista del relato de Mario Benedetti, “Más o menos hipócritas”, achaca al periodista que lo está entrevistando esta búsqueda del titular: “Lo que sucede es que ustedes a veces simplifican. Quieren una respuesta única, compacta, y por añadidura que sirva para el titular del reportaje. ¿Qué provocó la crisis del Golfo? Y responden la invasión de Kuwait. Y no. Es mucho más complejo”.

Un detalle más en este primer trabajo, una buena noticia casi siempre tiene un buen titular o es fácil de redactarlo; en cambio una noticia intrascendente, generalmente, es muy difícil de titular o al menos buscarle una salida interesarse como suele decirse en el ámbito periodístico.  

Finalmente, es aconsejable escribir el titular antes de comenzar a escribir la noticia, es señal de que el o la periodista sabe lo que está redactando y los límites que tendrá la información; no es totalmente malo poner el titular luego de acabar de redactar la noticia, pero es muy probable que refleje que el o la periodista no sabía que escribía o que escribió hasta que llegó al último párrafo y tiene que volver al primero para poner recién el titular.

Escrito por: Andrés Gómez Vela

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